La donación de órganos y tejidos en México experimentó un incremento de 30% en 2024, superando el rezago que dejó la pandemia causada por el virus SARS-CoV-2, informaron especialistas en el marco del Día Mundial del Trasplante de Órganos y Tejidos, que se conmemora el 27 de febrero.
Este día tiene como propósito sensibilizar a la población sobre la relevancia de la donación de órganos y tejidos para salvar vidas y mejorar la calidad de vida de miles de personas que requieren sustituir alguna función orgánica terminal.
Al mismo tiempo, permite reconocer y honrar el legado de generosidad de los donantes y sus familiares por hacerlo posible.
A pesar que las cifras oficiales del Centro Nacional de Trasplantes (CENATRA) reportaron un incremento del 30% en 2024 en esta práctica médica, México aún se encuentra por debajo de cubrir la demanda.
Hasta el 16 de enero de este año, el CENATRA indicó 19.851 personas en lista de espera de un trasplante, siendo 16,733 quienes requieren de un riñón, 236 un hígado y 16 de un corazón.
Hasta esa misma fecha, se han reportado 107 trasplantes renales, 10 trasplantes hepáticos y 1 trasplante de corazón 2, lo que describe que, a pesar de los avances, aún existe una considerable brecha para trasplantes en nuestro país.
Cabe mencionar que sólo en Estados Unidos, se realizan cerca de 40,000 trasplantes anuales.
Estos datos resaltan la necesidad de promover la cultura de la donación entre la población mexicana. Informarse y comunicar a familiares sobre la decisión de ser donante, tanto en vida como después de la vida, es un paso esencial para aumentar las tasas de donación y salvar más vidas.
Uno de los pilares fundamentales en el éxito de los trasplantes es el uso de medicamentos inmunosupresores, también conocidos como medicamentos anti-rechazo.
Estos tratamientos, diseñados para regular la respuesta inmunitaria del organismo, son esenciales para prevenir el rechazo del órgano trasplantado y garantizar su funcionamiento a largo plazo. Estas terapias contribuyen a una mejor calidad de vida para los pacientes, permitiéndoles retomar sus actividades cotidianas y profesionales.
Las terapias con inmunosupresores pueden ser de inducción, de uso intravenoso, para prevenir el rechazo agudo y crónico durante las primeras semanas post-trasplante, o de mantenimiento, de uso oral, que deben tomar a largo plazo para conseguir una buena función del injerto con la máxima supervivencia del receptor.
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