En Morena es vox populi que Clarita Brugada se empeña en marcar cada vez mayor distancia con Claudia Sheinbaum, ya que la jefa de Gobierno presume ser de territorio, mientras que la Presidenta privilegia la oficina.
Su arenga de "menos escritorio y más territorio" no es pose, pues Brugada es una experta en movilización social, y ya dejó ver que ésa será la estrategia que marque su sexenio en la capital del país.
Aunque públicamente lo niegan, es claro que ambas mujeres ven las cosas de manera distinta. Una privilegia la ciencia y le cuesta la operación política; la otra privilegia el contacto con la gente y deja a un lado el rigor científico.
Sheinbaum da órdenes y emplea un estilo rígido e intransigente; Clarita es más conciliadora, sobre todo con la oposición, pues sabe que a través de los alcaldes de la alianza puede entrar a zonas donde ni ella ni su partido son bien vistos.
La científica ve todo cuadrado y revisa resultados; la líder social no mide la magnitud de sus compromisos ni los revisa; lo importante es que la gente la sienta cercana.
A pesar de sus estilos tan diferentes, ambas tienen una gran coincidencia dentro de la 4T: son sectarias y aplican la de "o estás conmigo, o estás contra mí", lo cual genera división interna y obliga a los liderazgos a elegir entre melón o sandía.
La arenga de Clarita puede sonar bien para muchos, pues atiende a la ciudadanía yendo hasta sus puertas para preguntar qué necesitan. Su problema es que la mayoría de los compromisos que hace nunca se van a cumplir.
Y es que en cada recorrido la funcionaria regresa cargando un costal de peticiones, que su equipo no puede atender. La velocidad con que capta demandas no coincide con la respuesta a las mismas, y eso trae loco a más de uno de sus funcionarios.
Tanto que algunos ya están pidiendo esquina, pues requieren tiempo para coordinarse con las áreas y plantear soluciones. Pero Clarita no entiende lo que es planear; es una movilizadora social nata y así actúa.
Incluso entre sus cercanos hay quienes quisieran copiar un poco la estrategia presidencial del escritorio, y no sólo atender audiencias y asistir a toda clase de eventos —que algunos llaman inventos—, pues no les rinde el tiempo.
De momento confían en que no les exijan resultados, pues como ven que su jefa va tendida por la ciudad, ni siquiera se acuerda de revisar los avances. Ella es feliz con los vecinos y citando a sus secretarios para que escuchen las peticiones del día, que en su mayoría serán archivadas.
Pero mientras los capitalinos sigan recibiendo sus cheques y visitas en sus domicilios, dirán que Brugada es diferente porque oye al pueblo y no se refugia tras los muros de un Palacio.
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