Fwd: Coordenadas Políticas/Martín Aguilar/Acarreo o manipulación

La palabra "acarreo" no existe como definición en el diccionario para el tema a desarrollar.

 

Políticamente, se trata de la acción de llevar, trasladar y cooptar personas a eventos públicos político partidistas.

 

Bajo el régimen priista, el acarreo formaba parte de la cultura relacionada con concentraciones masivas en estadios, campos deportivos, auditorios y explanadas.

 

Los eventos proselitistas, eran los preferidos para poner en práctica el arte del acarreo, consistente en llevar personas mediante la entrega de dádivas, una torta y un refresco.

 

Ese tipo de movilizaciones fueron criticadas por la izquierda y los demás partidos opositores al gobierno del Revolucionario Institucional.

 

Pero una vez que el tricolor perdió fuerza y su maquinaria dejó de ser funcional, ese actuar se transmutó del rojo al guinda.

 

Esa restauración tuvo como origen las concentraciones convocadas, organizadas y pagadas por Andrés Manuel López Obrador.

 

La Plaza de la Constitución, fue el lugar predilecto para que el político de Tabasco realizara alrededor de 50 asambleas, durante el bloqueo de Paseo de la Reforma durante 2006.

 

Tal parecía que el Zócalo estaba patentado sólo para las concentraciones del oriundo de Tabasco.

 

Nadie le competía, y quien lo hacía, tenía escasas posibilidades de superar a López Obrador.

 

Así sucedió a lo largo del régimen del obradorato, pero en su recta final, la Marea Rosa, que empujaba a Xóchitl Gálvez, le arrebató esa plaza a Andrés Manuel.

 

Eso sucedió en diversas ocasiones; a cada movilización rosa, López Obrador respondía con otra, pero usando el acarreo como política pública.

 

Procedentes de prácticamente de todas las entidades de la República, llegaban a la Ciudad de México, "acarreados".

 

Además, de recibir pago por asistir al evento político, los participantes eran o son beneficiados con hospedaje y alimentación (en la mayoría de los casos torta o sándwich).

 

Este domingo, durante la concentración de los primeros 100 días del gobierno de Claudia Sheinbaum, no fue la excepción el escenario del Zócalo.

 

La indicación fue precisa: todos los liderazgos, funcionarios o gobernantes, debían contribuir a la movilización de personas para llevarlas al Zócalo.

 

Pero a varios se les pasó la mano y en las pancartas incluyeron su imagen al lado de Sheinbaum, una promoción personalizada prohibida por la ley.

 

Un sello donde no tiene cabida la discusión: la sombra de López Obrador estuvo presente todo el tiempo, como autor indiscutible de toda esa parafernalia.

 

Es la restauración de un régimen que había quedado en el pasado. 


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