El domingo 19 de enero, en Culiacán, Sinaloa, fueron asesinados a tiros un hombre de 41 años y sus dos hijos, de 9 y 12 años.
Su muerte, desató una ola de indignación que derivó en protestas en las calles de la capital de la entidad.
Dicha tragedia, derramó el enojo de la ciudadanía, cansada de una estela de muerte por la disputa interna entre los líderes del de Sinaloa.
Las protestas exigieron justicia al gobernador Rubén Rocha Moya, pero sobre todo su renuncia.
El mandatario debe considerar esa demanda, puesto que su gobierno está marcado por sus presuntos nexos con bandas del crimen organizado.
Lo anterior cobró mayor fuerza en el momento en que fue extraído de la entidad el líder del poderoso cártel citado, Ismael El Mayo Zambada.
El entonces presidente Andrés Manuel López Obrador, acudió al estado a otorgarle su total apoyo.
Lo mismo sucedió con la presidenta Claudia Sheinbaum y su secretario de Protección Ciudadana, Omar García Harfuch.
Ambos se hicieron presentes en Sinaloa, en abierto apoyo a la administración de Rocha Moya.
Sin embargo, eso no ha sido suficiente para frenar la ola de violencia entre los mayitos y chapitos, quienes se disputan el control de la organización criminal.
En su órgano informativo Desde la fe, la Iglesia Católica, cuestionó ¿cómo fue que llegamos a un punto en el que nos hemos llenado de noticias de asesinatos y violencia?
"En un principio nos sorprendían los hechos, después, cuando se acumularon tantos nos sorprendieron las cifras.
"Ahora vamos en camino a perder la sorpresa de que incluso son niños las víctimas de la inseguridad", alertó el semanario religioso.
De antemano, son evidentes las secuelas de la inacción del sexenio anterior, que prefirió ser aliado de los generadores de violencia y despiadados crímenes.
La fallida política de "abrazos no balazos", arroja consecuencias de estupefacción para una sociedad impactada y deprimida por el exceso de violencia.
El despliegue de elementos de la policía, de la Guardia Nacional y del Ejército, no ha sido suficiente para enfrentar y erradicar tan elevado nivel de descomposición.
Las constantes protestas contra el gobernador, no le dejan otra opción más que renunciar al cargo.
A Rocha Moya, sólo lo sostiene en el cargo la presente administración federal, porque aquellos que votaron por él hoy lo rechazan en las calles de Sinaloa.
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