Coordenadas Políticas/Martín Aguilar/Todos contra uno

Al arranque de su gobierno, Clarita Brugada designó a Alejandro Encinas en la flamante Secretaría de Planeación y Ordenamiento Territorial y de Metrópolis —que sustituyó a la vieja Seduvi, con la intención de ampliar su influencia a otros estados.

 

Encinas tendría la misión de vigilar el crecimiento urbano, la construcción de vivienda, la recuperación de espacios públicos y la conservación del paisaje urbano de la Ciudad de México, para lo cual impulsaría estrategias con las entidades circunvecinas.

 

El exsubsecretario de Derechos Humanos de Andrés Manuel López Obrador había rechazado la Secretaría de Gobierno que le ofrecía Clarita, pues consideró que, por su estadía en el gobierno federal, tendría más juego e influencia en el centro del país.

 

Ni Brugada ni él contaban con que Claudia Sheinbaum jamás les perdonaría la afrenta de, primero, haberle hecho el vacío en el Estadio Azul y, después, exhibirla en un acto en la Arena México para bajar de la candidatura capitalina a Omar Hamid García Harfuch, su apuesta.

 

Más que la conspiración con el ala dura de Morena para imponer a Clarita sobre Omar Hamid, lo humillante fue la forma, pues en la Arena México no pudo siquiera hablar; tuvo que abreviar su discurso.

 

Se sabía que Sheinbaum jamás perdonaría a su sucesora la humillación, pero no que el veto alcanzaría también a Encinas por haberse prestado a desacreditar a García Harfuch en plena campaña interna morenista por la candidatura.

 

Y es que como titular de la comisión que investigó la matanza de estudiantes de Ayotzinapa ofreció una conferencia para dar las conclusiones del caso, en la que respondió a la pregunta de un reportero, que minutos antes había hablado con Jesús Ramírez, vocero de López Obrador.

 

La pregunta fue si García Harfuch había participado en las mesas donde se construyó la llamada Verdad Histórica, la respuesta fue que sí.

 

El golpe fue demoledor, pues, aunque no le hizo ninguna mella en las encuestas al entonces secretario de Seguridad Ciudadana de la CDMX, políticamente lo sepultó, ya que al interior de Morena se interpretó que había línea presidencial en su contra.

 

Los puros del partido pensaron que Encinas no se hubiera lanzado al ruedo sin la aprobación de Palacio. Y si bien cumplió su misión, esa acción le está cobrando factura, a pesar de ser protegido de Clarita.

 

En octubre pasado, cuando Sheinbaum acudió como invitada a la toma de protesta de Brugada como su sucesora, la Presidenta tardó unos 20 minutos en atravesar el salón de Donceles saludando de mano a todos… menos a Encinas, a quien brincó a propósito.

 

El mensaje fue claro e, incluso, después de que Clarita anunció que impulsaría sus primeras políticas metropolitanas, ella dio a conocer que nombraría una coordinación federal para realizar acciones con los estados del centro del país.

 

Eso se suma a que, en su informe sobre Ayotzinapa, Encinas también inculpó al Ejército en la masacre; los altos mandos militares lo detestan, lo que lo limita en acciones conjuntas, sobre todo ahora que los de verde olivo controlan casi todas las tareas en el gobierno.

 

Cierto que tiene gran experiencia, pero congelado en su silla no le aportará nada a su jefa. 

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