En la recta final de su mandato Ernesto Zedillo, se erigió como un presidente demócrata.
Al menos tres hechos fueron clave para definir lo que siempre creyó de él su esposa Nilda Patricia.
El primero: no permitir el uso de recursos públicos en la campaña presidencial del candidato priista Francisco Labastida Ochoa.
Y aunque todavía jugó un papel preponderante en la designación de Labastida, lo cierto es que Zedillo no intervino en su campaña.
Segundo: el mandatario priista no tuvo empacho en reconocer de inmediato el triunfo del panista Vicente Fox.
Sin informarle al priismo la decisión que había tomado, realizó el anuncio en cadena nacional la noche de la elección presidencial del 2000.
De esa manera, Zedillo acabó con la hegemonía de 70 años del Partido Revolucionario Institucional.
Y tercero, para coronarse como el gran demócrata, Zedillo le abrió de par en par la puerta de la jefatura de gobierno a Andrés Manuel López Obrador.
El político de Tabasco no cumplía el requisito de residencia para aspirar a jefe de gobierno.
El entonces presidente usó su influencia para allanarle el paso a López Obrador; antes en 1997, le reconoció el triunfo a Cuauhtémoc Cárdenas, como primer gobernante de la capital.
Así es como se convirtió en el más demócrata de los priistas, quienes siempre lo vieron con recelo como coordinador de campaña de Luis Donaldo Colosio.
Por ello, al participar en el Seminario de Perspectivas Económicas 2025 en el ITAM, lució como autoridad moral irrebatible.
"No necesitamos un país que sea una autocracia de partido hegemónico, donde el poder real e inmenso lo ejerza un caudillo instalado oculto a la oficina anexa de la Presidencia de la República", cuestionó.
Y le recomendó a Claudia Sheinbaum: "Lo que necesitamos es una presidenta que gobierne con mucha autoridad, con mucho poder un país democrático con las reglas de la democracia".
Además le dio la clave para zafarse el yugo obradorista: que su partido y las demás fuerzas políticas aprueben dos artículos transitorios a la Constitución.
El primero sería para dejar pendiente o posponer la entrada en vigor de la reforma judicial, a fin de evitar "construir una tiranía" en nuestro país.
Y segundo, dejar sin efecto "esa barbaridad" llamada "revocación de mandato"; no tiene una justificación.
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