Coordenadas Políticas/Martín Aguilar/Honestidad mediocre

El ambiente social es de hostilidad y de impotencia, ante hechos violentos que han alcanzado a actores antes intocables.

 

La fallida política de "abrazos no balazos" que durante seis años le dio carta libre al crimen organizado, arroja consecuencias indescriptibles.

 

Marcelo Pérez Pérez, párroco de origen tzotzil de la diócesis de San Cristóbal de las Casas, fue asesinado a mansalva: ocho tiros le dispararon.

 

Las bandas del crimen organizado, grupos armados y demás pandillas de sicarios, actúan en total impunidad.

 

Durante el pasado sexenio mataron la esperanza al otorgarle total libertad a los criminales.

 

Hoy buscan matar la fe y la verdad. El púlpito religioso se ha convertido en una amenaza para quienes pretenden imponerse por encima de la ley y las instituciones responsables de procurar e impartir justicia.

 

El primer crimen que impactó al país entero, fue el del alcalde de Chilpancingo. Su cabeza cercenada y colocada en el toldo de un vehículo dejó estupefacta a la República entera.

 

Grupos del crimen organizado, acabaron con quien había prometido buscar la paz y la conciliación en esa entidad guerrerense convulsionada por la elevada presencia del narcotráfico.

 

El jueves pasado, otro hecho violento impacto a las altas esferas del poder, por haber sucedido en el Centro Histórico de la Ciudad de México.

 

El atentado en contra de la activista social Diana Sánchez Barrios, exhibió la debilidad en la seguridad pública a unos metros de la sede del Poder Ejecutivo, es decir de Palacio Nacional.

 

Ayer, el crimen de un sacerdote indígena, nacido en San Andrés Larraízar, manifestó la total impunidad que priva en la entidad, pese a las alertas del propio cura.

 

Con antelación, Pérez Pérez denunció la intención de un grupo armado que opera en los Altos de Chiapas: "a mi cabeza le han puesto precio".

 

Es decir que de nada sirvió la denuncia del sacerdote, porque no lo escucharon y mucho menos le otorgaron protección.

 

En otras entidades, la situación no es menos graves, los enfrentamientos entre grupos del crimen organizado, han arreciado.

 

La disputa por el control del Cártel de Sinaloa entre las facciones de Los Chapitos y Los Mayitos, ha infundido pavor en toda la sociedad, en especial en la población de Culiacán.

 

Hasta donde se observa, las acciones de reforzamiento de las fuerzas federales, no se han sentido o al menos no se perciben resultados.

 

Es evidente que el gobierno de Claudia Sheinbaum no ha dicho que continuará la estrategia de "abrazos no balazos", pero los hechos desmienten la realidad. 


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