Coordenadas Políticas/Martín Aguilar/Circo, Maroma y teatro

Odiado por unos, querido por otros y temido por todos, Fernando Gutiérrez Barrios creó en el siglo pasado una red de inteligencia nacional que —se quiera o no— dio estabilidad política a los gobiernos emanados del PRI durante más de 30 años.

 

De buenos modales y trato amable, el veracruzano —formado en la milicia— se convirtió en un elemento indispensable para los presidentes mexicanos desde la época de Gustavo Díaz Ordaz, hasta la administración de Carlos Salinas de Gortari.

 

Con mano suave, pero muy pesada, convencía a cualquier opositor del régimen acerca de las bondades de apoyar al Presidente en turno. No había el menor estruendo; le encargaban una cosa y él la ejecutaba eficazmente.

 

Quienes lo conocieron dicen que al rebelde en turno le invitaba un café en su oficina, donde le decía que el Presiente estaría muy complacido de que lo ayudara con sus votos a sacar equis tema.

 

No había necesidad de alzar la voz ni de lanzar alguna amenaza directa. A los que intentaban oponer alguna resistencia, simplemente les ponía sobre el escritorio una carpeta, la cual podría ser olvidada si accedían a cooperar; gustosos, lo hacían.

 

Todo el mundo conocía de sobra sus antecedentes de duro, pues fue considerado como uno de los artífices de la llamada guerra sucia, cuando en el país hubo muchos desaparecidos, cuyas historias de terror han sido narradas varias veces.

 

Nacido en el municipio de Veracruz Alto Lucero, que años después sería rebautizado en su honor como Alto Lucero de Gutiérrez Barrios, ingresó en los años 50 a la Dirección Federal de Seguridad como jefe de Control Político, y en 1964 fue nombrado director de la temida oficina.

 

Con fama de saber persuadir, Gutiérrez Barrios se convirtió en una leyenda; en un padrino para muchos, y sus habilidades de convencimiento aún son recordadas —para bien o para mal— en el mundillo de la política.

 

Su nombre surge ahora ante el cochinero que Morena tiene que hacer para sacar adelante la reforma al Poder Judicial, que enfrentó férrea resistencia de la oposición, lo que obligó al gobierno a exhibirse como un ente de vulgar chantaje y represión.

 

Para completar los votos, en la 4T echaron mano de las fiscalías estatales a fin de armar expedientes en contra de familiares y amigos de los senadores que se negaban cooperar. Y no porque antes no se hiciera, pero se hacía con discreción.

 

Ahora, el propio Adán Augusto López tiene que salir a explicar que el panista Miguel Ángel Yunes Márquez está bien, y que ni el campechano Daniel Barreda —de MC— ni su familia están presos… aunque la casa de sus padres permanece rodeada por la Guardia Nacional.

 

Y, casualmente, el INE falló ayer en contra de la reelección de Alito Moreno al frente del PRI. Todo eso se ha hecho siempre, pero exhibirse públicamente como vulgares rufianes va contra los principios de las mafias.

 

Incluso Vito Corleone, en El Padrino, lo hacía ver fácil: "Le haré una propuesta que no va a poder rechazar"; nadie se enteraba por qué sus enemigos cedían. 


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