Todos prometieron hacer caso, pero, así como la advertencia les entró por un oído, les salió por el otro; lo primero que hicieron fue justamente armar grupos internos para disputar los espacios de poder y dinero.
Fue tal la revuelta interna, que Claudia no pudo con el flamante Congreso local, donde, incluso sus propios legisladores le bloqueaban iniciativas.
Jamás pudo consolidar a Ernestina Godoy como lideresa de la bancada guinda, al grado que le tuvo que buscar salida como fiscal de la capital, a pesar de que no reunía los requisitos legales para el cargo.
Ese primer trienio marcó su gobierno, pues las tribus no le debían nada a ella y no tenían por qué obedecerla; cada grupo respondía a su respectivo liderazgo, incrustado en el partido o, incluso, en Palacio Nacional.
Quizá por ello en las recientes elecciones, a la hora de definir candidaturas por la CDMX, sobre a alcaldes, Sheinbaum desarmó a los cacicazgos —excepto al de Julio César El Nenuco Moreno en Venustiano Carranza—, y los despojó de sus territorios de tantos años.
Los ejemplos más claros son Francisco Chíguil, en GAM; Armando Quintero, en Iztacalco; Jose Carlos Acosta, en Xochimilco; la propia Clara Brugada, en Iztapalapa, y Ricardo Monreal, en Cuauhtémoc.
A los primeros, Claudia les impidió que dejaran a sus alfiles como alcaldes, mientras que en Cuauhtémoc, aunque a Monreal le concedió la candidatura para su hija Catalina, al final las fuerzas radicales morenistas operaron para que no ganara.
Chíguil quería heredar el cargo a su esposa en GAM; le impusieron a Janecarlo Lozano. En Iztacalco, Quintero quería dejar a su cuñado; le metieron a Lourdes Paz. En Xochimilco, Acosta tenía candidata; le impusieron a Circe Camacho.
Bueno, incluso en Iztapalapa Clara ya veía a Martha Ávila como su sucesora, y le impusieron a Aleida Alavez.
Pero eso no fue todo, para cerrar con broche de oro, Sheinbaum decidió acabar con la reelección de diputados, senadores y alcaldes, además de los espacios plurinominales; no quiere que se formen nuevos cacicazgos en los territorios.
Como consolación, a los legisladores les dará chance de reelegirse por última vez en 2027, pero para 2030 nadie repetirá en ningún cargo de elección popular. La idea es erradicar a las tribus, sobre todo en su partido, para evitar que secuestren las decisiones de gobierno.
Por eso, en el lugar de los viejos líderes, impulsó a gobernantes sin fuerza suficiente para que se le puedan oponer, como los mismos Janecarlo, Circe o Paz, por ejemplo, que serán controlados fácilmente.
La estrategia le resultó, pues sometió a los caciques y no sólo ganó, sino que arrasó en las urnas.
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