Los últimos acontecimientos muestran a un Presidente Andrés Manuel López Obrador en plena campaña.
Busca que su legado vaya más allá del término de su mandato, pero al actuar de esa manera eclipsa a su candidata Claudia Sheinbaum.
Lejos de dejarle el campo libre a Claudia, López Obrador acapara todos los espacios posibles, en una especie de candidato paralelo.
En consecuencia, se erige de facto como el verdadero candidato y adversario a vencer por Xóchitl Gálvez.
Más allá de la percepción que se pudiese generar, López Obrador no estará en la boleta electoral dejando en la orfandad a la ex jefa de gobierno al momento de acudir a las urnas.
Así es como se explican los motivos por los cuales anunció un entramado de 20 reformas, la mayoría a la Constitución.
A diferencia de gobiernos anteriores que envían al Congreso sus iniciativas más importantes al inicio, el Presidente las presentó al final de su administración.
Lo que no explicó en Palacio Nacional es que la mayoría de esas reformas quedarán en el limbo, porque Morena y aliados carecen de la mayoría calificada.
Es decir, que para poder concretar el proyecto del tabasqueño, son necesarios los votos de la oposición, mismos que están distantes de ser concedidos.
Otro escenario que vislumbra el Ejecutivo es apostarle a conseguir la mayoría absoluta en el Congreso durante las próximas elecciones federales.
Pero ese vaticinio se quedará en eso, porque difícilmente Morena volverá a alcanzar la mayoría absoluta en la Cámara de Diputados.
Respecto al Senado, es mucho más complicado dado el avance que ha logrado la oposición con Xóchitl su aspirante presidencial.
Por eso es que las iniciativas plenamente electoreras no tendrán un destino feliz, pues sólo serán un instrumento político de López Obrador para atacar a sus adversarios.
Algunos analistas, hicieron hincapié en el hecho de que las propuestas de gran calado, no llevan ningún consenso externo, sólo la decisión del Presidente.
De entrada eso ya complicó cualquier negociación posible. En todo el sexenio, el Presidente nunca ha sostenido un diálogo con los dirigentes de los partidos políticos.
Es evidente que a López Obrador no le interesa la unidad nacional y mucho menos el diálogo con los diversos actores de la sociedad.
Más aún, un eventual triunfo de Sheinbaum –muy difícil hasta donde se observa- la dejaría atada de manos con reformas heredadas y con el sello obradorista.
¿Eso es bueno o malo para Claudia? Todo candidato o gobernante, suele desprenderse de sus ataduras tarde o temprano, ¿lo hará Sheinbaum?
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