representa un rompimiento económico y de complicidades entre él y Los Chuchos, con quienes durante muchos años hizo negocios.
Es bien sabido que el queretano —oriundo de Jalisco— era quien le manejaba el dinero a la dupla Jesús Zambrano-Jesús Ortega, por lo que nadie esperaba que esa sociedad se rompiera alguna vez.
Aunque ya venía de semanas atrás el pleito con Zambrano, por la repartición de candidaturas, el rompimiento se oficializó ayer cuando Espinosa Cházaro anunció su salida del partido, con el argumento de que quien fuera su jefe por 17 años lo traicionó.
Según el queretano, su dirigente nacional lo usó para quedarse con una candidatura al Senado, pues primero lo animó a inscribirse a la contienda por la Jefatura de Gobierno en la alianza, y al final vendió la posición al PAN.
En pocas palabras su expatrón lo chamaqueó, pues lo hizo renunciar a cualquier candidatura a cambio de que peleara la CDMX, y al final le agandalló la posición al Senado, que, en realidad, era la que el diputado quería.
A raíz de esa "traición", la relación entre ambos se tensó al grado de terminar a mentadas de madre, aunque en el partido se pensaba que pasaría el enojo y que se impondrían los intereses que los unían; no fue así.
La salida de Espinosa Cházaro pude ser el último clavo en el ataúd del PRD, y no porque el diputado represente algo, pues en realidad es una figura decorativa. Lo grave es que debilita la negociación de Zambrano en la alianza, si su propio partido lo tacha de traidor.
Y es que en los últimos meses, el sonorense ha acumulado varios enemigos: primero intentó apoderarse del PRD capitalino y destituir a su presidenta Nora Arias, quien en su momento no sólo lo llamó traidor, sino que también lo denunció por violencia política de género.
Después quiso utilizar al diputado Víctor Hugo Lobo para sacar a Arias del partido, prometiéndole exactamente lo mismo que a Espinosa Cházaro, pero como Lobo olió la emboscada, renunció antes al partido, que se quedó sin su mayor activo político en la ciudad.
En ambas jugadas participó Espinosa Cházaro, a quien muchos en el PRD culpan de haber generado la pulverización de lo que queda del partido, y todo por sus ambiciones personales, solapadas por Zambrano.
El error del queretano fue haber hecho alianza con el alcalde de Cuajimalpa, Adrián Rubalcava, para tratar de bajar al panista Santiago Taboada de la candidatura a la Jefatura de Gobierno; el plan era que ninguno le levantara la mano al panista, a menos que les pagaran muy bien.
Pero fueron tan obvios, que lo único que lograron fue encarecer para el PAN la candidatura de Taboada, y que los dirigentes nacionales de sus partidos se atascaran con posiciones, que de otra forma no hubieran tenido.
Desde ahí Espinosa Cházaro fue derrotado y, a pesar de ser traidor, ahora se llama traicionado. Lo mismo que Miguel Ángel Mancera y Silvano Aureoles, quienes antes habían acusado de traidor a su dirigente, por las mismas causas.
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