Detrás del evidente enfrentamiento entre los equipos de Claudia Sheinbaum y del binomio Clara Brugada-Martí Batres, está la guerra que se vive al interior de Morena por el control político de la capital del país.
Y es que, tras el proceso mediante el cual la exalcaldesa de Iztapalapa fue impuesta en la CDMX por los radicales de su partido, que obligaron a Sheinbaum a bajar de la candidatura a Omar Hamid García Harfuch, la guerra entre clanes es abierta.
La disputa ha tensado al máximo la definición de las principales candidaturas no sólo locales, sino también en el ámbito federal.
Esta situación pone en una disyuntiva a Claudia, quien está entre dos fuegos: el primero es el riesgo de perder la ciudad ante la oposición –algo que siempre le ha preocupado–, pero también que sus propios compañeros ganen y formen una quinta columna.
Porque es claro que Martí busca atrincherarse en la ciudad; su agenda es personalísima y está dedicado a ello. Quiere ser el nuevo René Bejarano –su mentor– y convertirse en el verdadero contrapeso de la figura presidencial, si Sheinbaum gana y Clara pierde.
Y ni qué decir si en una de esas la exjefa de Gobierno tampoco cristaliza sus sueños de llegar a la Presidencia.
En su intento por tomar el control de la capital, Batres aprovecha de la debilidad de Brugada, que con la candidatura a jefa de Gobierno está más que pagada, y carece del poder para dibujar el mapa electoral de la ciudad que aspira gobernar, y de Claudia, que no trae la batuta.
Ninguna de las dos aspirantes a los gobiernos federal y local, respectivamente, tiene la fuerza para imponerse a las fuerzas internas de Morena, y quien busca sacar raja política de ello es el jefe de Gobierno sustituto.
Porque seguramente Martí teme que le pase lo mismo que quienes se quedaron a cerrar el changarro, como Rosario Robles, Alejandro Encinas y, más recientemente, José Ramón Amieba: una acabó en la cárcel, otro recibe limosnas y el tercero suplica que alguien le tome la llamada.
La correlación de las fuerzas que se disputan el poder en la ciudad se verá después de la definición de las candidaturas a las alcaldías y a las diputaciones que faltan, y que se disputan a navajazo limpio.
Quienes conocen a Claudia dicen que de ninguna manera aceptaría que ni Clara ni Martí le hicieran sombra. Que no va a olvidar el ridículo que le hicieron pasar tanto en el Estadio Azul como en la Arena México, donde quedó claro que el bastón de mando tiene bluetooth.
Por eso es que varios cuadros claudistas han tomado distancia de Brugada y Batres, y hacen campaña solamente por Sheinbaum en la capital, aunque ello pudiera significar dejar en manos de la oposición –y peor aún, de un panista– la joya de la corona.
Parece que Morena no aprendió nada de la derrota de 2021 en la capital del país, y que su profunda división, aunada a su soberbia, lo llevará al fracaso.
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