Quienes conocen a Claudia Sheinbaum dicen que la afrenta del martes pasado, cuando de última hora se vio obligada a cancelar su evento en el Estadio Azul de la Ciudad de México, por falta de quórum, no se quedará así; sacará el Bastón de Mando para ajustar cuentas.
Y es que la exjefa de Gobierno ya se encontraba lista, calentando en uno de los túneles que dan acceso a la cancha, cuando fue avisada por su equipo que las gradas estaban como si fuera a jugar el Necaxa: semivacías.
Dicen que al escuchar eso, Sheinbaum echaba lumbre por los ojos y serpientes por la boca, y decidió no salir al templete, pero antes de retirarse pasó a pedir cuentas.
Al primero que crucificó fue a Sebastián El Sebas Ramírez, presidente de Morena en la capital, quien fue el encargado del evento, aunque el pobre no tiene ni idea de cómo hacer esa chamba.
El único mérito de El Sebas es haber sido recomendado de Palacio Nacional, pero no tiene el respeto de nadie, y mucho menos alguna base social. Es una imposición y todos en su partido lo chamaquean.
La entrada al evento, en el que se esperaba la llegada de unas 40 mil personas, era con boletos y gafetes de invitados especiales.
En su mayoría los boletos fueron acaparados por los secretarios del gobierno capitalino, quienes se comprometieron a repartirlos entre su personal, a fin de garantizar el lleno en el magno evento de unidad a que Claudia había convocado.
A los diputados y líderes territoriales les dieron solamente su gafete y cinco boletos, pues les dijeron que la estructura de Sheinbaum se haría cargo del resto. Quisieron demostrarle a su jefa que pueden solos.
El evento era para presentar oficialmente a las nuevas adquisiciones de la 4T, y purificarlas en la plaza pública, como lo hacía el Presidente cuando alguien de la oposición se pasaba al lado oscuro de la política.
La gran idea de la dirigencia local de Morena era enviar el mensaje de que la oposición se estaba haciendo pequeña y que sus cuadros brincaban hacia el oficialismo. El equipo de Claudia quería sacarse un 10 con su jefa, pero al final sólo exhibieron sus limitaciones.
Varios dirigentes y diputados le pedían boletos al Sebas para sus equipos, pero él respondía que ya no tenía, pues todos habían sido repartidos y no tenía ningún caso convocar a más gente, si ni siquiera iba a poder entrar.
El caso es que al final Rigoberto Salgado, encargado de Inclusión y Bienestar en la CDMX, y Efraín Morales, líder de SUMA —organización afín a Claudia—, enviaban desesperadamente mensajes a sus grupos de WhatsApp para que les enviaran gente.
Pero nada se podía hacer ya; la exjefa de Gobierno mandó a volar a todos, dejando a su equipo con un palmo de narices por hacerla pasar tremendo ridículo. Y todo por no recurrir a los que le saben al tema del acarreo… como son los alcaldes.
Pobre Sebas, pero dicen que no tiene la culpa el indio…
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