encuestas para elegir a sus candidatos en nueve estados, entre ellos la Ciudad de México, se realizan con el más completo hermetismo, incluso para los propios aspirantes.
Ningún candidato sabrá fechas ni lugares de dónde se realizarán los sondeos, que estarán bajo el control absoluto de la dirigencia, contando con el apoyo de dos empresas para que hagan encuestas espejo que avalen la decisión.
Obviamente, tampoco se les dirá a los candidatos el nombre de las encuestadoras, que por supuesto no pudieron siquiera sugerir, contrario a lo que ocurrió con la elección de las corcholatas presidenciales.
La idea de que los aspirantes no tengan información del proceso, es para evitar cualquier riesgo de un marcelazo; aún está fresca la herida que causó al partido el rechazo de Marcelo Ebrard a los resultados que dieron el triunfo a Sheinbaum.
Los dirigentes quieren tener todos los elementos para aplicar la marcelinha a los perdedores, después de que el pueblo —o sea la cúpula de la 4T— elija a los candidatos que llegarán a las urnas en 2024.
Claro que la decisión de hacer las encuestas en lo oscurito tiene dedicatoria a la capital del país, donde los equipos de Clara Marina Brugada Molina y Omar Hamid García Harfuch mantienen sus lanzas afiladas.
Si al final, la decisión favoreciera a Clara Marina, seguramente el partido no tendría ningún problema en disciplinar a Omar Hamid; en caso de que el exsecretario de Seguridad Ciudadana se impusiera, habría riesgo de una revuelta de los radicales.
Ante ese peligro, los morenistas decidieron hacer su proceso a escondidas y reducir al mínimo las protestas, pues quienes intentan impugnar, no contarían con información suficiente del proceso.
Hasta el momento, la dueña del Bastón de Mando sigue aferrada a impulsar la candidatura de García Harfuch, y en caso de que le quieran armar una revuelta mayor, sacará primero el acuerdo firmado por los participantes, de acatar los resultados.
Si con todo y eso la revuelta creciera mucho, Sheinbaum dejó abierta la puerta para romper el vidrio en caso de emergencia, y poder bajar a su candidato sin que parezca una derrota estrepitosa, que de todas formas la sería.
La exjefa de Gobierno se emplearía en la decisión del otrora odiado INE, que ordenaría a los partidos designar al menos a cinco mujeres en las nueve candidaturas en disputa, y que una de ellas fuera la capital de la República.
Ese sería el pretexto de Claudia para amortiguar un poco el golpe, en caso de que se concretara.
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