La Barriada/Martín Aguilar/No por mucho madrugar

Tras anunciar su intención de pedir licencia como gobernador de Morelos para buscar la nominación de Morena a jefe de Gobierno de la CDMX, en la tierra de Zapata todo el mundo hace fiesta, pues por fin regresarán a Cuauhtémoc Blanco a donde pertenece.

 

El anuncio no sorprende; la novedad es que el examericanista lo haya hecho oficial. Desde el año pasado le había dicho a sus cercanos que Claudia Sheinbaum lo estaba buscando para que participara políticamente en la capital.

 

Según él, la doctora lo requería para levantarle el rating, pues luego de 2021 su imagen había venido a pique y necesitaba repuntar para ampliar sus posibilidades de ser candidata presidencial en 2024.

 

Seguramente El Cuau funda sus aspiraciones en los resultados de su trabajo, que lo tienen ubicado como el peor gobernador del país. No hay encuesta que no lo ubique al final de la fila: o sea, en términos futboleros, el tipo resultó ser un auténtico bulto.

 

Si pide licencia para separarse del cargo, seguramente los morelenses se la otorgarían en fast-track con tal de no volverlo a ver, pues hay quienes incluso han dicho que extrañan a Graco Ramírez. Blanco se cree la joya que necesita la 4T en la capital del país para no perderla.

 

Pero si en Morelos hay fiesta, en la CDMX no paran las carcajadas, incluso entre los propios morenistas, aunque, por supuesto, dejarían que el exfutbolista se inscriba en la encuesta para la CDMX.

 

Y no porque Cuauhtémoc tenga el menor chance de ganar, pero sí de jalar simpatizantes a Morena, pues su nombre alimentaría el ánimo de los americanistas por apoyar al partido guinda.

 

Quienes conocen del tema dicen que Blanco ya no ve la hora de salir de Casa Morelos, ya que el estado se le está desmoronando y desde ahora quiere quedar protegido. Y es que si la oposición gana el estado en 2024…

 

Habría que preguntarle al góber si se considera morelense o chilango, porque en 2015 se dijo tan enamorado de Cuernavaca que decidió vivir ahí desde hace mucho —según él— y, con ese argumento, brincó el requisito que le impedía, entonces, ser candidato a alcalde.

 

De repente, y en pleno ejercicio al frente del gobierno de Morelos, dice que se le acabó el amor por la tierra de Zapata y que su corazón es chilango, cosa que nadie había puesto en duda jamás.

 

¿Se habrá puesto a pensar que por muy buen futbolista que haya sido, no puede si quiera pensar que los habitantes de estas dos entidades merecen el más elemental respeto, y que no los puede tratar como platos de segunda mesa?

 

Como si nadie se diera cuenta de que, en realidad, todo el ajetreo que ha armado es porque el exfutbolista quiere asegurar en 2024 un lugar en el Senado por una entidad distinta a Morelos, donde nadie lo apoyaría.

 

Sólo así tendría el carnet de impunidad que tanto necesita. 


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