Todo se está alineando para que ella sea la carta de la 4T ante la alianza opositora, que aún no decide con quién luchará por arrebatarle al pejismo la joya de la corona.
Son cada vez más los actos públicos y privados donde Rosa Icela aparece al lado del Presidente, que no escatima en elogios para la funcionaria, con quien le une una añeja relación de cuando ella era periodista y él activista social en Tabasco.
Estas preferencias han provocado que actores como Clara Brugada y Martí Batres trinen de coraje, pues hasta ellos tienen claro que, hoy por hoy, la favorita es la oriunda de San Luis Potosí, tierra donde conserva gran influencia.
Con la titular de la SSPC se empiezan a alinear los grupos locales de Morena, pues todo el mundo lee que es la favorita del profesor y que, si no cambian las circunstancias, habrá una candidata de la 4T.
Es claro que Rosa Icela está en el corazón de López Obrador, además de discreta y experimentada, tiene algo que valora mucho el Presidente: es leal, cualidad que no muchos de quienes aspiran tienen.
Ha ido armando un equipo de operación en el que destacan, por ejemplo, Arturo Medina, a quien le impusieron cuando llegó como secretaria de Gobierno con Claudia
Sheinbaum, pero se la fue ganando; lo llevó primero a la SSPC y ahora despacha como procurador fiscal. Junto con él están José Luis Rodríguez, exdiputado local, que en Donceles se convirtió en un dolor de muelas para Ernestina Godoy y Valentina Batres, pues jamás lo pudieron someter y tres veces les ganó las votaciones internas para definir al jefe de la bancada.
Su destino era coordinar el partido en la actual Legislatura, pero le cerraron el paso para dejarlo fuera y le dieron de consolación la Secretaría del Trabajo, donde es obvio que no está en su elemento natural.
Con Arturo y José Luis están los hermanos Carlos Augusto y Efraín Morales, lo cual tiene al borde de una crisis nerviosa, sobre todo, a Martí, que no digiere la cercanía cada vez más evidente de Rosa Icela con el Presidente, y el hielo que el tabasqueño le echa a él.
Lo mismo pasa con Clara Brugada, otra que también está en las simpatías de López Obrador, pero que no tiene presencia más allá de Iztapalapa, alcaldía que, por cierto, está posicionada entre las 50 más peligrosas del país.
Los que saben de esto opinan que Rosa Icela debería dejar lo más pronto posible la SSPC, pues la situación del país en materia de seguridad cada día está peor y, en una de ésas, le puede operar en contra.
Pero, fuera de eso, si la decisión se tomará hoy, sin ninguna duda ella sería la carta que el Presidente jugaría para la CDMX.
De no ser ella, quizá las circunstancias pudieran favorecer a personajes con perfiles como Omar Hamid García Harfuch o hasta alguien como Adrián Lajous. Ninguno de los dos es político profesional ni está afiliado a Morena; ambos están en el ánimo de Claudia.
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