Rebeca Marín
Tras enfrentar tres fuertes olas de contagios de COVID-19, los restaurantes, cines, plazas comerciales, parques de diversión y demás han abierto las puertas a sus clientes como parte de la reactivación económica de la CDMX, sin embargo, aunque la Ciudad recibirá el 2022 en semáforo verde, para los trabajadores no asalariados la situación económica aún está lejos de mejorar.
Luego de un 2020 de alarma en el que la población enfrentó al COVID-19, el 2021 -con la llegada de las vacunas- apuntaba a ser un año de recuperación, pero para los organilleros, aseadores de zapatos, trabajadores del servicio de limpia y fotógrafos de eventos religiosos nada ha cambiado: el 24% de ellos recibirán el Año Nuevo pasando hambre -exactamente igual que el año pasado-.
"Las personas más afectadas son las no asalariadas que antes de la pandemia ganaban una mediana de 208 pesos al día y ahora ganan una mediana de 135 pesos, lo que traído inseguridad alimentaria", explica Tania Espinosa, coordinadora para la CDMX de la organización Mujeres en Empleo Informal: Globalizando y Organizando (WIEGO, por sus siglas en inglés).
"En 2021 el 24% de las personas entrevistadas había reportado que alguna persona adulta en el hogar había pasado hambre porque no había suficiente comida y ahora en el 2021 se repitió exactamente el mismo porcentaje".
Durante la pandemia, esta organización se dedicó a dar seguimiento a trabajadores no asalariados en 12 ciudades del mundo -incluida la CDMX- a fin de evaluar los efectos por la crisis de COVID-19. En la segunda entrega del estudio "La crisis del COVID-19 y la economía informal en Ciudad de México: Impactos persistentes y una agenda para la recuperación", se advierte la precaria situación en la que permanece este sector de la población que representa alrededor del 50% de la población económicamente activa de la capital del país.
Es el caso de Ramiro, aseador de zapatos desde hace 30 años.
El hombre, que trabaja en las inmediaciones de la Glorieta de Insurgentes, cuenta que aunque la ciudad ha regresado a la "normalidad" él sigue sumando días y semanas sin trabajo. Antes del COVID-19, explica, aseaba los zapatos de más de 10 clientes, ahora, dos o tres servicios son un verdadero logro.
"Ni para llevar un taco a la casa", lamenta.
Hay días en los que él y su esposa solo hacen dos comidas porque el dinero no les alcanza y aunque han recibido el apoyo de sus dos hijos ya no quieren pedirles más porque "ellos tienen sus compromisos".
Ramiro y su esposa también forman parte del 67% de entrevistados para este estudio quienes reportaron haber reducido su consumo alimentario en el último año, así como del 71% que ha tenido que saltarse alguna comida porque no cuentan con el dinero suficiente para comprar alimentos.
Comprarse ropa o calzado ha pasado a un segundo plano. Aunque lo necesitaran, no cuentan con los recursos para adquirir estos productos.
Otros de los hallazgos que se encontraron es que los trabajadores no asalariados tampoco han recuperado el número de días que laboraban antes de la pandemia.
Actualmente en promedio trabajan 4.3 días a la semana, lo que significa casi día y medio menos que los 5.7 que laboraban antes del COVID-19. El no tener recursos para desplazarse siquiera al lugar donde laboran o el aumento en las responsabilidades del hogar (36% de las mujeres y 19% hombres) abonan a que estas personas debían trabajar menos.
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