Y es que cambios de último momento en el Palacio de Donceles permitieron a varios morenos darse un atascón más con los dineros del pueblo bueno.
La renuncia anunciada de Jacqueline Rico a la Dirección General de Comunicación Social del Congreso de la Ciudad de México —en donde tenía menos de dos meses de haber llegado— se concretó el fin de semana y un trío de diputadas morenas siguen festejando.
Hace un par de semanas, las legisladoras Martha Ávila y Donají Olvera —de Iztapalapa y Xochimilco, respectivamente— le pidieron a Rico que firmara documentos que avalaban la salida de algunos millones de pesos del presupuesto de Comunicación Social.
La periodista, que había llegado al cargo por invitación de ambas, se negó a acatar la orden, pues los dineros no habían salido durante su gestión, y no había forma de sustentar el robo disfrazado de gasto de esos billetes.
Además, Ávila, coordinadora de la bancada de Morena, le exigió correr a ocho personas de Prensa antes del 20 de noviembre, pues necesitaba esas plazas para que sus colegas Carlos Castillo y Rigoberto Salgado, entre otros, pudieran meter a sus aviadores.
A todo eso se negó Jacqueline y presentó su renuncia, condicionada a que fuera aceptada por la Junta de Coordinación Política del Congreso, donde, en primera instancia, se sorprendieron al enterarse de los desvíos —incluso la respaldaron—, pero, al final, se hicieron de la vista gorda.
Y como ya se pasó la fecha del 20 de noviembre, que era el límite para contratar personal durante el presente año, las mismas diputadas morenas decidieron dejar como encargado del área —otro más— a Christian Daza, conocido por vegetar en las nóminas legislativas en los últimos años.
Todo el mundo lo ubica como alguien poco afecto al trabajo, y más bien aficionado a cobrar sin despeinarse, pero es cuate de Donají y dicen que él no tiene conflicto en complacer en todo a los morenos para que retaquen la nómina de Comunicación Social de finísimas personas… como él.
Al interior de la propia fracción pejista aceptan que sus compañeras salieron muy buenas para la lana, pero que no pueden moverlas porque ellos mismos los pusieron en los cargos, además de que son una eficiente agencia de colocaciones para el grupo.
Así que eso de "no robar, no mentir y no traicionar" suena muy bonito en el discurso —que los chairos se tragan—, pero, en la realidad, los morenos traicionan a quien les da la espalda, mienten cada que hablan y roban cada que respiran.
Por lo pronto, con la salida de Jaqueline, todos coinciden en que quienes —una vez más— se despacharon con la cuchara grande y sin el menor rubor son las diputadas conocidas entre ellos como Martha Hooligan, Lady Etiqueta Roja y su jefa, Violentina.
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