La Barriada/Martín Aguilar/Ojos que no ven

Con el dicho de que su  gobierno jamás será represor, Claudia Sheinbaum prefiere jugar con tonos de naranja de un semáforo propio, que cumplir con su responsabilidad de proteger a los ciudadanos ante la pandemia de covid-19, que ya tiene a la capital contra la pared.

 

La jefa de Gobierno se niega a declarar a la CDMX en alerta roja a pesar de la gravedad de contagios y hospitalizaciones, alegando que esa medida causaría un daño económico irreparable, y pide la colaboración de los capitalinos para controlar los contagios.

 

Por supuesto que nadie cree en sus inventos, como eso de que "estamos en semáforo naranja con alerta máxima antes del rojo". Aunque también se entiende que no se puede paralizar la vida económica de la capital así de fácil, y menos cuando la gente ya no le cree al gobierno.

 

Si Sheinbaum decide mantener abierta la capital está bien, pero debe ser clara en que será bajo alerta roja y que su gobierno obligará a los ciudadanos a adoptar las medidas de sanidad necesarias, sobre todo evitar tumultos y usar cubrebocas, a riesgo de aplicar sanciones.

 

Nadie tomaría esta medida como represora, sino como un acto responsable de gobierno, con el que la funcionaria estaría protegiendo a la población de la irresponsabilidad de los llamados "covi-idiotas", que hacen reuniones, compras y actos masivos sin protección alguna.

 

Porque Sheinbaum ha llevado la contra al incompetente Hugo López-Gatell, que prefiere sus cinco minutos de fama que hacer su trabajo para controlar la pandemia. Este funcionario ha dicho que ni las pruebas rápidas ni el uso de cubrebocas sirven de gran cosa; chairos y tontos le creen.

 

Por el contrario, la jefa de Gobierno ha llamado a usar las mascarillas, a conservar la sana distancia y ha implementado un programa masivo de pruebas rápidas para detectar y aislar a contagiados; o sea, todo lo contrario a lo que recomienda el nefasto López-Gatell.

 

Y la gente ha visto muy bien esa acción, pero nunca falta el pelo en la sopa: Claudia no se atreve a que sus recomendaciones sean obligatorias. No quiere contradecir a su líder, que insiste en defender a quienes no usan cubrebocas, y repetir que en la 4T no habrá represión.

 

Como si garantizar la salud de la población metiendo al orden a una minoría de "covi-idiotas" fuera un acto represor. Por eso dicen que Sheinbaum cumple sólo a medias sus responsabilidades de gobernar a los capitalinos.

 

Lo correcto sería que los funcionarios usaran cubrebocas para enviar un mensaje responsable a los ciudadanos —como lo hace Sheinbaum— y obligar a que todo mundo cumpla, en lugar de andar inventando cada viernes tonalidades de naranja suave o naranja intenso para la CDMX.

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