Ahora que regresaron los video escándalos y que está de moda que a los políticos los exhiban en video, ya que desde cuando Andrés Manuel López Obrador fungía como jefe de Gobierno del DF acusó un complot en su contra luego de la difusión de varios videos que exhibían la corrupción de sus principales colaboradores, tomando dinero ilegal de un empresario argentino.
Esas imágenes mostraban a René Bejarano —quien había sido su secretario particular al principio de su administración— y a Carlos Imaz, delegado en Tlalpan, llevándose fajos de dólares en portafolios y en bolsas del súper.
A Gustavo Ponce, quien era el secretario de Finanzas, se le grabó en un ambiente más fifí, dijera el clásico, apostando miles de dólares en el exclusivo casino del hotel Bellagio, de Las Vegas, que venían también de la cartera de Carlos Ahumada.
Las pruebas de corrupción de su gobierno eran claras, pero López Obrador alegó que no estaba enterado de lo que hacían sus brazos izquierdo y derecho, y que la difusión de esos videos formaba parte de un complot para descarrilar sus aspiraciones presidenciales.
Si bien es cierto que nadie dudaba de que se trataba de una escandalosa corrupción en el gobierno de la honestidad valiente, era claro que ese material estaba siendo utilizado para golpear políticamente al aspirante presidencial más fuerte de la oposición.
Pues es, exactamente, igual a lo que está pasando ahorita. Nadie duda que Emilio Lozoya fue parte fundamental de madeja de corrupción del sexenio pasado, como tampoco nadie ignora que el caso está siendo usado para golpear a la oposición, sobre todo al PAN.
O sea, lo mismo que López Obrador denunció en 2004 para salvar su pellejo, que se trataba de un complot, es lo que está haciendo ahora desde la Presidencia de la República, sólo que esta vez él lo organiza contra el blanquiazul.
Pero en ninguno de los dos casos se trata técnicamente de un complot, pues para que esta figura se dé, tendrían que haber puesto una trampa a los participantes para hacer que agarraran el dinero y grabarlos, para luego exhibirlos como corruptos.
Y eso no ocurrió, pues en los dos casos lo que hubo fueron asquerosos actos de corrupción, en donde los actores fueron grabados para que los actos quedaran registrados, y cuando a quienes dieron el dinero les llegó el agua al cuello, usaran los videos para defenderse.
Por eso es que no se trata de un complot, aunque sí de una conspiración, pues se está usando el material obtenido para denostar el enemigo. No importa que no se haga justicia y que los responsables no pisen la cárcel, sino que sean sentenciados mediáticamente.
Ahora sí les interesa en Palacio Nacional que se conozcan los videos, para que la gente sepa cómo se manejaban los dineros de manera ilegal, pero olvidan que en entre esos videos hay varios morenos y pronto aparecerán.
En vía de mientras, está en todo su apogeo el complot 2… esta vez contra el PAN.
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