Rebeca Marín
El presidente Andrés Manuel López Obrador ha adoptado una estrategia única e inesperada ante la pandemia de COVID-19: restringir el gasto público en un momento de creciente pobreza. Sin embargo, a los tenedores de bonos no les impresiona.
López Obrador se ha resistido con firmeza a las peticiones de un mayor estímulo fiscal o a rescatar a las empresas en quiebra del país, incluso cuando sus pares latinoamericanos inyectan miles de millones de dólares en sus economías.
Es una estrategia que ha mantenido a raya el déficit presupuestario y, al mismo tiempo, ha provocado un rendimiento inferior de los bonos mientras la economía se dirige a su recesión más pronunciada en un siglo.
A medida que aumenta la preocupación en el resto de la región por un descontrolado gasto fiscal, cada vez más inversionistas y analistas dicen que en México las restricciones al gasto amenazan con paralizar a las empresas, destruir la inversión y socavar el crecimiento a largo plazo.
Esa política "corre el riesgo de provocar en la posible producción en México un impacto mayor que en otros países latinoamericanos", dijo Jens Nystedt, gerente senior de cartera de Emso Asset Management en Nueva York, quien redujo el mes pasado su exposición a la deuda soberana denominada en dólares y pesos en México.
"Un poco de flexibilización fiscal para apuntalar el crecimiento a corto plazo habría sido una mejor prescripción de política".
Los bonos mexicanos han aumentado casi 20 por ciento desde sus mínimos de marzo, menos que sus pares en Perú, Chile e incluso Brasil, donde aumenta la preocupación por el creciente déficit.
Ahora AMLO promete incluso recortar parte del gasto público, reduciendo los salarios de los empleados del Gobierno en hasta 25 por ciento.
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