La Barriada/Martín Aguilar/Nadie sabe para quién trabaja

Los diputados Paula Soto y Mauricio Tabe coincidieron por primera vez en Donceles bajo las siglas del Partido Acción Nacional en 2006; ella era legisladora y él, secretario técnico del también panista Jorge Romero, actual diputado federal.

A partir de ahí la historia fue distinta: Tabe, junto con Romero y otros jóvenes panistas se hicieron del control del partido en la ciudad, mientras que Soto acabó relegada, al grado de dar un giro para dejar la ideología del yunque y afiliarse a Morena.

Quizá ahí se pueda entender el rencor y el ánimo de venganza de Soto contra sus excompañeros de partido, pues en la bancada de Morena es una de las legisladoras más radicales, atacando con odio todo lo que alguna vez defendió.

Aunque la diputada ha sido criticada por organizaciones feministas por su falta de apoyo, tomó el tema del feminismo como su bandera en la capital, y para todo alega ataques de género, sobre todo cuando se ve superada en algún debate, cosa que es muy frecuente.

Hasta la más mínima crítica a su accionar como diputada la toma como un acto de machismo, sin importar que esté sustentada en la ley.

La historia de Tabe y Soto viene a cuento porque la semana que recién concluyó ambos protagonizaron diversos enfrentamientos por la reforma sobre la Violencia Política de Género, que la morenista quería que se aprobara ayer.

A pesar de que el numeral 25 del acuerdo tomado por el Congreso de la CDMX para las sesiones virtuales prohíbe hacer reformas constitucionales por esta vía, la diputada se aferró a que su iniciativa fuera aprobada.

Pero, además de esta prohibición, está el impedimento legal de votar una iniciativa que no hubiera sido presentada 10 días antes para que sea conocida por la ciudadanía; tampoco cumplía con ese requisito.

La batalla entre los dos diputados estuvo aderezada por ese rencor de haber compartido el mismo hogar azul hace apenas unos años, pero mientras Tabe exhibió habilidades de gran negociador, Soto fracasó estrepitosamente.

El panista logró el apoyo del perredista Víctor Hugo Lobo y del priista Tonatiuh González y hasta de varios morenos para sacar el acuerdo, avalado por Claudia Sheinbaum, para que en las sesiones virtuales la oposición no fuera agandallada.

En tanto que la morenista no fue capaz de lograr siquiera que sus propios compañeros asistieran la tarde del sábado pasado a la Sesión Extraordinaria de las Comisiones Unidas de Igualdad de Género y de Asuntos Político Electorales a la que convocó.

El vacío que le hicieron en el Salón Colosio fue una clara muestra de su incapacidad para construir con sus pares. Por el contrario, dejó ver su gran capacidad para dinamitar puentes, incluso con sus correligionarios y es que los agravios contra sus compañeros de legislatura han sido muchos, eso dicen.

 


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