EL QUE PEGA PRIMERO

Martin Aguilar


Lo que empezó como la clásica grilla entre ex perredistas, vestidos hoy de morenistas para quedarse con la coordinación del Grupo Parlamentario de Morena en el Congreso de la Ciudad de México se ha convertido en una verdadera guerra de poder y dinero.


Nada de que buscan el bienestar ciudadano o la democracia política, los morenos, que en su mayoría eran políticos venidos a menos en el sol azteca antes de sacarse la lotería en 2018, ven las millonarias arcas de Donceles abiertas y deliran de ambición.

Una vez que echaron a Ricardo Ruiz, quien siempre fue un cero a la izquierda al frente del grupo, todos quieren despacharse con la cuchara grande, sin importar que, con ello, le generen ingobernabilidad y problemas a su jefa, Claudia Sheinbaum.


En teoría, esta semana quedará definido el asunto, pero la fracción está partida en dos grupos: uno liderado por José Luis Rodríguez, diputado cercano al hijo de YSQ; el otro, por Valentina Batres, que mueve los hilos para llevarle las contras al equipo de Sheinbaum.


En apariencia, Batres impulsa a su compañero Rigoberto Ochoa, el impresentable exdelegado en Tláhuac que no aguantaría la más mínima prueba de honestidad, con la idea de que lo veten y, al final, ser ella la que quede, aunque ya se le alborotaron otros.


Un grupo de ex perredistas, cuya cabeza visible es la exdelegada en Milpa AltaGuadalupe Chavira —también cuestionada en su momento por la Contraloría cuando el Presidente era jefe de Gobierno—, la promueve, por lo pronto, como vicecoordinadora única.


Es decir, que quieren que la Junta de Coordinación Política, que encabeza el panista Mauricio Tabe, reconozca a Valentina como su representante formal y desconozca a Rodríguez, lo cual puede meter en un problema al Congreso en general.


Sobre el tema, Tabe comentó que necesita una notificación oficial del grupo para tomar en cuenta el cambio, lo que le valió un reclamo de los valentinos, quienes lo acusaron de injerencista y hasta le desearon, mafiosamente, "suerte" en este 2020.


El asunto es que quienes exigen el cambio son solamente un grupo de morenistas que, por cierto, no son mayoría y entre ellos hay muchos desacreditados; otros de segunda división o de plano perfectos desconocidos.


Lo único que quieren es apoderarse de las unidades administrativas que les dejan mucho dinero, muchas plazas y mucho poder personal, pero que no benefician en nada a los ciudadanos.


Cuestión de recordar que la mayoría de ellos estaban en la banca y por eso ahora traen unas ganas de revancha que no se aguantan, aunque eso, a quien le pega, es a la propia Sheinbaum y, desde luego, a la 4T.


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