POR MARTIN AGUILAR
El que anda como gallito de pelea es Ricardo Ruiz, coordinador de Morena en el Congreso de la Ciudad de México, pues en las últimas semanas ha retado a golpes al menos a dos de sus compañeros de bancada.
Quizá frustrado porque nadie le hace caso, lo que le ha valido el apodo de El Mandibulín —en alusión al tiburón de las caricaturas que siempre se quejaba porque nadie lo respetaba—, varios legisladores de su propia tropa se refieren a él en privado como El Piojo Ruiz.
El primer incidente se dio en medio de una reunión de la Junta de Coordinación Política del Congreso, donde una diferencia de opiniones con Fernando Aboitiz, diputado de Morena prestado al PES para que ese partido tuviera una fracción de dos, casi termina a golpes.
Dicen que cuando El Mandibulín se queda sin argumentos —cosa que pasa con mucha frecuencia— lo primero que hace es lanzar un reto a golpes, y que nadie sabe si es puro rollo o en realidad sabe meter las manos.
En el conflicto con Aboitiz estuvo a punto de despejarse la duda, pues el diputado del PES se prendió y a nada estuvo de ponerle un soplamocos al coordinador moreno, pero fue detenido por otros diputados y al final accedió por respeto a la edad de su oponente.
También han sido públicos los desencuentros con el perredista Jorge Gaviño, a quien aún no se atreve a retar a un duelo, pero su carácter ya se está convirtiendo en un verdadero problema dentro de la fracción.
Quienes lo comparan con El Piojo, subrayan que la única diferencia es que al entrenador americanista sí le hacen caso sus dirigidos.
El escándalo más reciente se dio el 2 de octubre, cuando los diputados capitalinos se preparaban para la marcha conmemorativa del 68. El diputado Eduardo Santillán pidió 150 playeras blancas para sus acarreados y su coordinador se las negó.
El Mandibulín le dijo que las playeras eran sólo para quienes habían llegado temprano, lo que originó una discusión frente a todos, que subió de tono cuando una vez más Ruiz retó a golpes a su compañero, quien prefirió optar por la prudencia.
Aunque no llegaron a los golpes, la relación entre ellos está rota y dicen que, incluso, Santillán no descarta denunciar el hecho en tribuna, y exigir la sanción que corresponda a su coordinador.
El tema puede escalar, pues aunado a la falta de respeto por su coordinador, los morenos andan dispersos y jalando por su cuenta, sobre todo ante los reacomodos que se esperan con la renovación de las dirigencias de su partido.
En la bancada se vive —para dar un ejemplo— un caos similar a las marchas de anarcos que destruyen la ciudad sin que nadie les diga nada.
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