LA BARRIADA

POR MARTIN AGUILAR  

MUCHO RUIDO Y POCAS NUECES

Luego de la marcha de los colectivos feministas el lunes pasado, donde varias mujeres reaccionaron en contra del jefe de la Policía, Jesús Orta que hasta le rociaron diamantina rosa afuera de las instalaciones de la Secretaría de Seguridad Pública.

Y del vandalismo registrado en las afueras de la procuraduría capitalina, donde tacharon a su titular, Ernestina Godoy, que hasta le colocaron una cabeza de cerdo en un poste en alusión a su persona y rompieron las puertas de cristal de la dependencia por la incompetencia de no castigar a los policías que violaron a unas menores de edad en días pasados.

Otra de las funcionarias que ha desempeñado un pésimo papel al frente del Sistema de Transporte Colectivo es Florencia Serranía, pero a salió el peine de por qué Claudia Sheinbaum se empeña en mantenerla al frente.

En primer lugar —por supuesto—, porque es una de sus mejores amigas y gente muy cercana, al grado de que se puede decir que pertenece a su primer círculo capitalino, que es donde se deciden las cosas importantes para el Gobierno de la Ciudad de México.

Y, en segundo lugar, porque la jefa está consciente de que la caja registradora del Metro está más vacía que una casilla de una elección interna del PRI, y que, en realidad, Serranía tiene poco margen de acción.

La verdad, en estos meses la funcionaria ha tenido que vivir de pura saliva, pues, aunque prometa que las escaleras eléctricas del Metro estarán reparadas en una semana, en su interior sabe que eso no será cierto, pues no tiene dinero.

Como el gobierno federal no ha querido soltar los recursos y los empresarios y proveedores no saben si habrá, pues nadie quiere trabajar de fiado, no sea que, al final, no vayan a recuperar su inversión.

Una de las alternativas que se había manejado en las juntas del primer círculo era la posibilidad de elevar la tarifa del Metro, que actualmente es de cinco pesos, y que en realidad debería costar 18.

Nadie pensaba actualizarla al costo real, pero el tema quedó rápidamente en el olvido, pues desde Palacio Nacional les dijeron que ni en sueños habría un aumento, así que fueran pensando en otra opción; aún no se les ocurre nada.

Por eso su temor es que la ciudadanía recuerde que, en campaña, la propia Sheinbaum prometió que, de ganar las elecciones, bajaría la tarifa del Metro a tres pesos, que era el precio que tenía antes de que lo subiera Miguel Ángel Mancera.

Así que si alguien tiene la esperanza de que en cualquier momento se acaben los retrasos en los trenes o sirvan todas las escaleras eléctricas, pues que vaya buscando dónde sentarse para no cansarse.

Pero, independientemente de que no haya lana, la verdad es que Serranía ha cometido una serie de pifias por las que no tendría por qué estar al frente del Metro; ahí es donde pesa más la cercanía con Sheinbaum que su propia ineficiencia.

Por lo pronto, los usuarios tendrán que seguir encomendándose a todos los santos antes de subirse al Metro, no sea que, en una de ésas, algún tren acabe destartalado o, peor aún, descarrilado.

Por lo que los morenos están haciendo lo mismo que antes hacían los priistas y los perredistas, tener a sus cuates, parientes, amigos o vecinos en puestos clave con tal de quedar bien con ellos o simplemente que les den una parte de su sueldo para que ellos se lleven una tajada del pastel y Sheinbaum debería de pensarlo dos veces para mantener a sus consentidos en puestos sumamente delicadas.

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