De nada sirvió la orden presidencial de no formar tribus; se formaron más rápido que inmediatamente y llegaron más salvajes y belicosos que nunca, por la sencilla razón de que, a diferencia de cuando estaban en el PRD, hoy detentan el poder casi absoluto.
A nadie debe sorprender lo que está pasando en ese partido, pues desde que arrasó en las casillas su suerte quedó sellada: al no haber oposición, los morenos voltean hacia adentro e inician una batalla interna.
Caníbales al fin, no hay poder que los controle y se están dando con todo por obtener de la dirigencia nacional, que es el lugar dónde se definirán las próximas caricaturas —sean por tómbola o encuesta—, pero controladas por el CEN.
Para analizar esa ruptura interna, se debe empezar por dividir los temas, pues no es lo mismo la dirigencia de Morena, que el control legislativo de las cámaras.
En el partido se darán con todo, sacarán lanzas, navajas y cuchillos, pero al final se pondrán de acuerdo —como lo hacían en sus épocas perredistas—, porque hay mucho que repartir y al final todos alcanzan.
Donde el tema está delicado es en las cámaras, sobre todo en el Senado, pues es la vía para que Andrés Manuel López Obrador saque sus nombramientos y leyes, con las que piensa lograr la tan cacareada Cuarta Transformación.
El tiro entre Ricardo Monreal y Martí Batres está cantado y, gane quien gane, se ve en chino que las piezas se puedan volver a unir, por lo que el papel de la oposición cobrará mayor relevancia a la hora de requerir votos.
Si procede la impugnación de Batres y le quitan la presidencia de la Mesa Directiva a la senadora Mónica Fernández, cómo le van a hacer para que regrese a su curul sin ningún problema.
Sea cual sea la decisión, la fractura entre Monreal y Martí es profunda, y eso le puede traer problemas a López Obrador.
En San Lázaro ya metió su cuchara Porfirio Muñoz Ledo, quien, en aras de hacerse notar, le echó un bidón de gasolina a la hoguera; ahí también se gestan cambios y no hay nada decidido.
Y no se puede dejar de lado al CEN de Morena, que en unos cuantos meses realizará sus primeras elecciones abiertas para designar a la nueva dirigencia, sólo que desde ahora los candidatos están enfrentados entre sí.
Es su ADN perredista y no lo pueden olvidar; ¡qué llamen a los bomberos!
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