Anécdota
Rulfo, el escritor de ánimas y vivos que siguen entre nosotros
Ernesto Soto Paez
En 1917, cuando nació Juan Nepomuceno Carlos Pérez Rulfo Vizcaíno, conocido como Juan Rulfo, escritor, guionista y fotógrafo, perteneciente a la Generación del 52, pero sobre todo autor de dos únicos libros, hoy ecuménicos: Pedro Páramo y El llano en llamas, el país aun discutía la funcionalidad o no de la nueva Constitución Política, mientras el Grupo Sonora se fortalecía en el poder.
Rulfo nació el 16 de mayo de 1917, Sayula, Jalisco y murió el 7 de enero de 1986, en la Ciudad de México.
El 1 de mayo de hace cien años, el general Álvaro Obregón renuncia a la Secretaría de Guerra y Marina, retirándose a vivir en su natal Sonora (a su rancho La Quinta Chilla). Venustiano Carranza toma la presidencia de México de manera constitucional.
18 de mayo fallece Otilio Montaño. Maestro, campesino y líder zapatista.
El 30 de junio, en Sonora, el general Plutarco Elías Calles releva en el gobierno del Estado a Adolfo de la Huerta, tras vencer en las elecciones a José Obregón.
Finalmente, el 18 de noviembre, nace Pedro Infante. Actor y cantante de la época de oro del cine nacional. Originario de Mazatlán, Sinaloa.
Lo que fue otra realidad es que Juan Rulfo, con solo dos libros, se ubicó entre los escritores más celebre en México y el mundo. De vez en vez se encuentran algunos escritos de él, pero Pedro Paramo y El llano en llamas siguen siendo piedra de toque en la literatura mexicana.
Rulfo también fue un fotógrafo de excelencia que prosiguió la línea marcada en sus textos, de ambientes casi sobrenaturales, mujeres indígenas lineales como de humo. En sus instantáneas perviven los espíritus de sus personajes literarios: Pedro Paramo sigue vigente en esta área.
El apellido de Pedro, que significa "terreno yermo, raso y desabrigado", se encuentra en todo lo que creo Rulfo. Hay en él la recreación de sus recuerdos de infancia, en los paisajes y horizontes "de perros que ladran", la desesperanza de quienes no pueden sembrar la tierra y se acompañan de las ánimas ancestrales de quienes los procedieron.
El llano en llamas, es el incendio que tiene lugar en la "llanura", en el terreno "sin altos ni bajos". Rulfo invoca en sus dos únicos libros la tierra desnuda, pero también lo exento de retórica u ornamento, el estilo llano de seres sin privilegios que da la vida. El campo es como un escenario donde la desgracia lo permea todo, sin misericordias.
Apenas llega Pedro al llano en llamas, concluye su viaje al origen y al núcleo duro. Es un viaje en dos libros que reconstruyen un mundo mítico y perdido, hecho de algunos recuerdos y de mucha ficción, de lo poco que le contó uno de su tío y de lo que leyó en los libros, de todo lo que vio y pisó. Además de narrador, Rulfo, fue un gran fotógrafo y un gran caminante, que cerró su caminar en Comala.
Mucho se ha cuestionado que en sus textos hay una gran identidad sexual líquida, absolutamente contemporánea. Y una representación corporal que supera los tabúes de su época: Introduce el cuerpo menstruante de la mujer en Comala y, de paso, en las letras mexicanas.
Rulfo fue un escritor taciturno, de gestos colgados de su cara, pero de mirar intenso al centro de la realidad. La fotografía, en este caso, fue su gran aliada, la depositaria de sus más etéreos secretos.
Juan Rulfo nunca paró de mirar, de leer, de generar discurso. Aunque pasaron más de treinta años desde la aparición de El llano en llamas y Pedro Páramo, hasta su muerte en 1986, Rulfo nunca dejó de trabajar hasta hoy, en el centenario de su nacimiento.
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