Los mexicanos a prueba Lo acontecido en PEMEX ni es un evento ni es un incidente, ni es un suceso. Es una tragedia que, si tiene orígenes espurios o enigmáticos conmueve más aún porque ya hay una denuncia en la PGR que tipifica de culposos los hechos. Los medios de comunicación que han señalado que hubo algo negro ahora deberán responderse a sí mismos si buscaron la verdad o no. La postura del presidente Enrique Peña Nieto a partir del 1 de diciembre es de optimismo a pesar de los primeros descalabros de sus administración y confía en sacar adelante al país. Los grupos sociales del país han cerrado filas en torno a lo sucedido en Pemex, tanto así que la Iniciativa Privada en una de sus representaciones, la Confederación Patronal de la República Mexicana (COPARMEX) ha dado ya su primera respuesta positiva. Más allá del beneficio espiritual de las oraciones, el clero político católico también lo ha hecho, y esto no olvidemos que es el bello credo religioso mayoritario. Los mexicanos somos como dirían algunos analistas inexpugnables y estamos en las malas y en las buenas con el país, principalmente en momento de tragedia nacional, canalizando todas nuestras diferencias a nivel cívico a través de la cuestión electoral. El grupo de trabajo del ejecutivo nacional se ha comportado a la altura de las circunstancias y a pesar de las críticas han dado respuestas coherentes a lo acontecido. Ya que hasta ahora la única explicación ha sido la acumulación del gas metano en este asunto. El país sigue caminando y ahora lo que hay que ver es el desarrollo. Sin embargo para garantizar el pleno desarrollo de la nación es fundamental que el estado garantice los derechos humanos de las personas. El presidente Enrique Peña Nieto tiene toda la razón del mundo al señalar que en nuestro país hay derechos que para millones de mexicanos solo están en el papel. Y viéndolo así, fría y francamente, resulta inadmisible que derechos consagrados en nuestra Carta Magna sean solamente meras palabras plasmadas ahí porque en la realidad eso no ocurre. Ahí tenemos por ejemplo el derecho a una educación de calidad para todos, el derecho a una vivienda digna y el derecho a un trabajo bien remunerado, que solo suenan a fantasía. Sinceramente, así con esa claridad con que lo manifestó ayer en la ciudad de Querétaro el primer mandatario de la nación, estos preceptos no se cumplen ni en su mínima expresión. Plasmados en nuestra Constitución Política esos derechos todos los días son pasados por alto por quienes tienen la obligación de otorgárnoslos en base, precisamente, a nuestra Carta Magna. Resulta que no todos los mexicanos tenemos una vivienda digna y que son millones y millones de compatriotas los que viven en auténticas barracas, alejadas de todo tipo de servicios. Ahí están los asentamientos de campesinos, de indígenas que viven en la sierra, en el monte, en comunidades donde no saben siquiera lo que es un techo o piso de cemento. Del agua, ni hablar. Por lo que toca a la educación de calidad, ya vemos que hasta los profesores salen reprobados a la hora de hacerles un examen, por lo que es fácil imaginar qué cosa es lo que se enseña a los niños. Además, hay que resaltarlo, hay escuelas donde los niños no cuentan ni con bancas ni pizarrones, además de que los inmueble están en un estado verdaderamente lamentable, deplorable. En cuanto al empleo digno y remunerado, millones de mexicanos sabemos que esto no es cierto, que no se cumple este derecho y que miles y miles, cuando tienen trabajo ganan una miseria. Las estadísticas y encuestas ahí están: miles de jóvenes mexicanos están si hacer nada porque no encuentran empleo, lo mismo que los profesionistas. Resulta lamentable que todos los días haya despidos, que todos los días muchos mexicanos anden en busca de empleo y regresen a sus casas desalentados porque nomás no lo encontraron. Los mexicanos están sin derechos y sin derechos todos los días están aprueba con la única mentalidad de sacar a delante a su familias.
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